La música de Simon & Garfunkel, como un eco que se diluye entre sombras, captura la esencia de un anhelo íntimo que no se desvanece con el paso del tiempo. “Why Don’t You Write Me”, una de sus composiciones menos reconocidas, pero igualmente trascendentales, desvela la angustia de la espera y la desconexión en un mundo que se desmorona.
Publicada en Bridge Over Troubled Water (1970), un álbum que emerge como un sutil grito en medio de la tormenta cultural de la época, la canción se erige como un símbolo de aquellos lazos rotos por la distancia, ya sea física o emocional.
El paisaje que rodea la creación de esta obra está marcado por la guerra de Vietnam, la efervescencia de los movimientos civiles y la desintegración de las certezas sociales. Es en este contexto, donde las relaciones humanas se ven fracturadas por fuerzas invisibles, que el mensaje de “Why Don’t You Write Me” adquiere una relevancia profunda.
Más allá de una súplica entre amantes, la canción se transforma en un lamento universal, una metáfora de la soledad en tiempos convulsos, donde la distancia no solo es geográfica, sino también existencial.
Las imágenes que invocan sus versos son de una desgarradora ternura: la selva, el hambre de oír una voz, el intercambio de almohadas. En este intercambio se condensa la esencia de lo humano: la necesidad de aferrarse a algo, de mantener una conexión con el otro en medio de la incertidumbre.
La letra se despliega como una carta nunca enviada, suspendida en un limbo de promesas no cumplidas, donde el silencio cobra una densidad casi palpable.
El legado de la canción, aunque menos célebre que otros éxitos del dúo, reside en su capacidad para articular la fragilidad del lazo humano. En una época donde la comunicación instantánea es la norma, “Why Don’t You Write Me” se siente como un relicario de un tiempo pasado, recordándonos el valor de la espera, de las palabras cuidadosamente elegidas, de un momento en que el acto de escribir una carta era un gesto cargado de significado.
Este susurro de una época lejana sigue resonando, evocando la añoranza de una conexión más profunda, más humana.
Entre la Distancia y el Anhelo, Nina, tejimos no pocos Puentes Invisibles…
