viernes, 9 de agosto de 2024

Kendra Smith: la Etérea Alquimista Sonora…

En el vasto océano de la música psicodélica, donde el tiempo se disuelve y la realidad se refracta en infinitos matices, la figura de Kendra Smith emerge como un errante espectro, una presencia que, aunque siempre presente, se desliza entre las sombras de lo conocido y lo desconocido. Su travesía musical es como un lúcido sueño, uno donde la memoria se convierte en un puente entre el pasado y el presente, y cada nota, cada susurro, es un eco de algo más profundo, algo errante en el tiempo.

Smith no es solo una artista; es una viajera del tiempo, una alquimista sonora que ha destilado la esencia de la psicodelia en sus formas más puras y enigmáticas. Desde los días tempranos de Dream Syndicate, donde el espíritu del rock alternativo se encontró con los caleidoscópicos espejismos de los años 80, hasta su metamorfosis en Opal, una agrupación que navegaba las aguas turbias de la neopsicodelia con una etérea gracia, su música ha sido un faro para aquellos que buscan algo más allá de lo evidente.

Opal, ese enigma musical que se mantuvo fiel a sus raíces psicodélicas mientras otros se dejaban llevar por nuevas modas, es un testimonio del compromiso de Smith con lo intangible. En canciones como “Fell From the Sun”, su voz no solo canta; flota, se entrelaza con una música que parece desvanecerse en el aire, dejando tras de sí una estela de misterio. Es como si la música misma fuera un portal hacia otro tiempo, otro lugar, uno donde las reglas de la realidad se doblan y lo efímero se vuelve eterno.

Pero Kendra Smith nunca se ha quedado en un solo lugar por mucho tiempo. Su camino es el de la constante desaparición y reaparición, un ciclo que la lleva a renunciar al mundo solo para regresar con una nueva perspectiva, una nueva visión. En The Guild of Temporal Adventurers, Smith nos ofrece un vistazo a su mundo interior, un espacio donde la simplicidad se mezcla con el misticismo, y donde cada nota es un reflejo de un pasado que nunca termina de desvanecerse. Aquí, su música se convierte en un susurro de antiguos tiempos, un recordatorio de que, aunque todo cambia, ciertas verdades son eternas.

Con Five Ways of Disappearing, Smith nos invita a un último viaje, uno que recorre todos los paisajes que ha explorado a lo largo de su carrera. Es un álbum que desafía la categorización, donde cada canción es una pieza de un rompecabezas más grande, un mapa de su evolución musical y espiritual. Aquí, el pasado y el presente se encuentran, se mezclan y se confunden, creando una obra que es a la vez un resumen de todo lo que ha sido y una promesa de todo lo que podría ser.

La música de Kendra Smith es, en última instancia, un viaje a través del tiempo y del alma, un recordatorio de que, aunque la realidad puede ser fugaz, la verdadera belleza reside en lo intangible, en esos momentos que se escapan entre los dedos como arena, pero que, de alguna manera, dejan una marca indeleble en nuestra memoria. En su música, encontramos no solo el eco de una era pretérita, sino también la promesa de que siempre hay algo más allá, algo que espera ser descubierto en las sombras del éter.

jueves, 8 de agosto de 2024

Fragmentos de una Inaudible Sinfonía...

En la vasta sinfonía de la historia del rock, pocos nombres resuenan con la intensidad de Pink Floyd. Sin embargo, detrás de los acordes conocidos y las emblemáticas voces, se oculta una narrativa menos explorada, una que pulsa en los márgenes, en las sombras. Es la historia de Richard Wright, el alma silente que, sin estridencias, fue moldeando la esencia de una de las agrupaciones más influyentes de todos los tiempos.

El viaje de Pink Floyd es un entrelazado de divergentes personalidades, un trío de fuerzas que, en su tensión, creó un sonido que desafió las fronteras de lo conocido. En los albores del grupo, Syd Barrett fue la chispa que encendió la llama, un líder que, en un universo paralelo, habría guiado a Pink Floyd hacia inimaginables dimensiones. Pero la realidad fue otra: Barrett se desvaneció en la neblina de su propia psique, dejando a Roger Waters y David Gilmour el timón de un barco que navegaba en inciertos mares.

Mientras Waters y Gilmour esculpían sus visiones del rock progresivo, Richard Wright, en su discreta genialidad, fue el corazón que latía al ritmo de cada nota. Su papel, a menudo eclipsado por la dualidad de Waters y Gilmour, se revela en destellos de genialidad como “The Great Gig in the Sky”, donde la etérea voz de Clare Torry se eleva sobre un paisaje sonoro que Wright hilvana con maestría, dando lugar a un momento tan sublime que parece habitar fuera del tiempo.

No obstante, el camino de Wright hacia la grandeza no fue inmediato. Sus primeros intentos como compositor, tras la partida de Barrett, muestran una búsqueda, un deseo de encontrar su voz en medio de un paisaje sonoro en constante evolución. Desde A Saucerful of Secrets hasta Meddle, Wright experimenta con texturas y armonías que, aunque no siempre fueron comprendidas, dejaban entrever un talento que estaba aún en proceso de maduración.

En Atom Heart Mother, un álbum que muchos en la agrupación prefieren olvidar, se encuentran los momentos más innovadores firmados por Wright, quien añade a la mezcla fragmentos de jazz que elevan la obra más allá de su premisa inicial. Sin embargo, es en The Dark Side of the Moon donde Wright deja su impronta definitiva. En medio de la experimentación sonora, Gilmour reconoció que Wright era la esencia que daba cohesión al álbum, un genio que, aunque frecuentemente subestimado, impregnaba cada acorde con su inconfundible idiosincrasia.

A pesar de la sombra de Waters, cuya visión dominante en The Wall marginó a Wright, es imposible ignorar que la verdadera esencia de Pink Floyd se hallaba en ese discreto hombre tras el teclado. La poética de Wright, sutil, pero presente, desafía la narrativa de Waters como único artífice de las grandes obras de los ingleses. Sin Wright, piezas maestras como “The Great Gig in the Sky” o “Us and Them” perderían su magia, quedando reducidas a simples ejercicios técnicos.

Richard Wright, desde los márgenes, desde las sombras, fue el corazón que pulsaba detrás de la monumentalidad de Pink Floyd. Detrás de su reserva, se escondía la mente de un genio, uno que no necesitaba proclamarse en voz alta para dejar una huella indeleble en la historia de la música. Su legado, aunque no siempre evidente, es el eco sutil que resuena en cada nota, en cada acorde, recordándonos que, a veces, la verdadera grandeza reside en el silencio.

Brazadas...

Aquel resplandor, que ha guiado los pasos del sabio en su soledad, aguarda paciente. No vendrá por ti, no abrirá las puertas cerradas por el tiempo. 

Tus brazadas, aquellas que se estiran en la vastedad del abismo, son las que habrán de encontrarlo. 

El sendero no se define por el destino, sino por la búsqueda que lo traza, por el caminar en la penumbra que, en su sigilo, se convierte en un eco del alma. 

Esa luz, siempre distante, nunca llamará a tu umbral. Pero en las sombras, si te atreves a avanzar, quizá la encuentres, etérea, en la encrucijada de tus propios miedos…

Narrativas Etéreas...

Bajo el velo de la memoria, un puente invisible entre lo que fue y lo que es despliega sus sombras y destellos. Es allí donde la neostalgi...