martes, 8 de octubre de 2024

Deseo. Ilusión. Disiparse...

La lluvia fue el presagio, el primer toque de una melodía desconocida que comenzó a sonar entre ellos. Bajo el borrascoso horizonte, él llevaba un paraguas, como quien intenta protegerse de lo inevitable, mientras ella caminaba a su lado, sin escudo, como quien ha decidido dejarse empapar por el destino. Juntos, recorrieron las calles hasta llegar a un espacio que no prometía más que un frío lecho y una estufa apagada, pero que, en ese instante, parecía tener todo lo que necesitaban.

Las palabras fueron escasas, casi innecesarias. Un pan, un vino tinto que se ofrecía como puente entre la realidad y el sueño, y la pregunta que flotó en el aire: “¿Qué hacemos con la ropa?”. Y fue ahí, en ese preciso segundo, donde todo lo demás desapareció. El deseo no era simplemente físico, era la necesidad de sentir algo, de llenar el vacío que cada uno arrastraba en silencio.

Cuando sus cuerpos se encontraron, no fue un choque, sino una lenta, etérea danza, en la que el tiempo perdió su poder. Colgados de una nube de pasión, flotaron en un espacio suspendido, donde lo único que importaba era la piel, el calor, el latido compartido.

Sin embargo, el amanecer, siempre implacable, trajo consigo la realidad. La luz que irrumpió en la habitación deshizo el hechizo, y cuando él despertó, ella ya no estaba. Lo único que quedó fue la sombra de su cuerpo, un rastro apenas perceptible en el lecho, y él, abrazando la ausencia, como quien intenta aferrarse a un sueño que se desvanece con la luz del día.

Vacuidad...

La vida se escapa sin que siquiera entendamos su carga. Llegamos a ella en nuestra ignorancia , demasiado bisoños para captar su signific...