En el silencio entre palabra y susurro, los besos no dados se convierten en un eco que atraviesa la piel y se clava hasta los huesos.
Hay caricias que no se sienten, pero persisten, como los labios que nunca rozaron y se transforman en fantasmas que atormentan cada rincón del cuerpo.
Sabes, como yo, que esos besos, los que jamás llegaron a ser, son los que dejan invisibles cicatrices, una imborrable marca de la pasión, de lo que permanece entre umbrales…