lunes, 14 de octubre de 2024

Kieślowski y Malle: La Poética de los Pequeños Gestos

El cine, cuando es verdadero, no necesita gritar. En los pliegues de la cotidianidad, en esos gestos que pasan desapercibidos, se oculta el secreto de la vida. Irène Jacob, con su delicada mirada, nos ofrece una ventana hacia la sutilidad de dos maestros del cine: Louis Malle y Krzysztof Kieślowski, quienes, a través de los mínimos gestos, lograron capturar la inmensidad de lo humano.

Malle, en su silencio casi absoluto, dejó que lo mundano hablara. No le indicó a Jacob cómo sentirse, solo le pidió que bostezara, que se limpiara las uñas, que tirara una bicicleta con su pierna. Era en estos pequeños actos donde se encontraba el alma de sus personajes. El director no buscaba crear héroes, sino retratar a seres humanos atrapados en la rutina, en el flujo invisible de la vida.

Con Kieślowski, el enfoque fue aún más íntimo. En La doble vida de Verónica, Jacob no recibió instrucciones complejas sobre la naturaleza metafísica de la historia. En lugar de explicaciones sobre el destino o la duplicidad, se le pidió que tocara su mejilla con una hierba, que construyera pequeños hábitos. Para Kieślowski, la metafísica no estaba en lo abstracto, sino en lo cotidiano, en esos gestos que, aparentemente sin importancia, contenían todo el peso del destino.

Ambos directores, a su manera, nos recuerdan que lo verdaderamente humano no está en los grandes gestos heroicos, sino en lo que pasa desapercibido, en esos detalles que, al observarlos detenidamente, revelan la vastedad de la vida. Así, lo que para muchos podría parecer trivial, se convierte en la clave para desentrañar los misterios más profundos de la existencia.

Al final, el cine de Kieślowski y Malle nos habla de lo que no se dice, de lo que no se muestra, de esa poética de lo cotidiano que, en su aparente sencillez, esconde las verdades más complejas. Cada gesto, cada silencio, es un recordatorio de que la vida es más que lo que podemos ver a simple vista.

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