jueves, 10 de octubre de 2024

La última nota de John Entwistle...

John Entwistle, legendario bajista de The Who, vivió sus últimos años en una especie de quietud que solo los grandes guerreros conocen. Su vida, marcada por la intensidad del rock y la fuerza del “Buey” que lo apodaba, se fue apagando lentamente, como el eco de una cuerda que se rompe en medio de un perfecto acorde.

En los últimos días, su rutina parecía más cercana a la de un hombre común que a la de una leyenda. Disfrutaba de los pubs locales, del amor sencillo y de los pequeños placeres de la vida en Stow-on-the-Wold, lejos del bullicio de los escenarios

Y, sin embargo, el destino tenía otros planes. Una salud cada vez más frágil, una audición casi perdida y una presión arterial que le jugaba malas pasadas lo acompañaban sin que él se detuviera a reflexionar demasiado sobre ello.

Aquella noche del 27 de junio de 2002, en Las Vegas, la vida de Entwistle dio su última nota. En la intimidad de su habitación de hotel, mientras el mundo dormía, su corazón, traicionado por arterias bloqueadas, decidió que era el momento de parar. No hubo grandilocuentes despedidas, solo el final silencioso de una vida que había dejado su huella imborrable en la historia del rock.

Su funeral, celebrado en Stow, fue un tributo sencillo para alguien cuyo impacto en la música fue tan vasto. El testamento dividió su legado entre su familia y Lisa Pritchett-Johnson, su última compañera. Pero el peso de los impuestos y las deudas forzaron a su hijo Chris a vender el patrimonio que su padre había construido con tanto esmero, una ironía cruel para una vida dedicada al arte.

Alison Entwistle recuerda a John no por sus pertenencias, sino por el hombre que fue. “Era generoso, de buen corazón y talentoso”, dice con cariño. Mientras que Chris solo quiere que el mundo lo recuerde como lo que fue: el mejor bajista que jamás haya existido.

Narrativas Etéreas...

Bajo el velo de la memoria, un puente invisible entre lo que fue y lo que es despliega sus sombras y destellos. Es allí donde la neostalgi...