Fuiste tú quien me ofreció el primer destello de lo que podría haber sido una existencia auténtica, una vida plena y real. Pero en el mismo instante en que esa chispa iluminó mi mundo, me pediste que volviera a abrazar la mentira, a seguir un camino que no era el mío, a vivir en un mundo de fantasía que me alejaba de lo que podría haber sido.
Fue como si me mostraras la verdad solo para luego arrojarme de vuelta a la ilusión, como si lo real fuera un espejismo al que no debía acercarme.
Esa contradicción me desgarró, porque por un momento creí que lo real estaba al alcance de mi mano, pero la decisión fue tuya, y me encontré atrapado en la necesidad de seguir un guion ajeno. Me diste el sabor de lo genuino, solo para arrastrarme de vuelta a la falsedad, como si la autenticidad fuera un lujo que no podía permitirme.
El contraste entre lo que me ofreciste y lo que me pediste que aceptara nunca dejó de martillar en mi mente, una verdad a medias que nunca terminó de completarse.
