martes, 27 de agosto de 2024

Entre Acuarelas y Sombras: “Year of the Cat” │Al Stewart

La letra de “Year of the Cat”, de Al Stewart, se despliega como una etérea ensoñación, donde la narrativa no es lineal, sino una serie de imágenes que se desvanecen y emergen como fragmentos de un borroso sueño. La Etereidad Musical se entrelaza con esta letra, creando una atmósfera que transporta al oyente a un espacio fuera del tiempo, donde la realidad se difumina y las fronteras entre lo tangible y lo inmaterial se disuelven.

El inicio de la canción nos sitúa en una “mañana de una película de Bogart”, un guiño a la cinematografía clásica que, como el etéreo sonido, evoca una envolvente nostalgia. La referencia a Peter Lorre y la descripción de la mujer que “sale del sol con un vestido de seda corriendo, como una acuarela bajo la lluvia”, intensifica la sensación de estar atrapado en un instante que es, a la vez, efímero y eterno. Esta imagen es delicada y fugaz, como si los personajes mismos fueran desvaídas figuras en una pintura que se desvanece con el primer toque de humedad.

La canción no busca dar respuestas ni claridad; más bien, se desliza por la mente del oyente como un río que fluye incesantemente, sin un destino final claro, reflejando la línea “siento que mi vida / Al igual que un río que corre a través”. Esta fluidez es característica de la Etereidad Musical, donde las estructuras tradicionales de narrativa se diluyen y lo que prevalece es la atmósfera, la sensación de estar suspendido en un estado entre la vigilia y el sueño.

La mujer en la canción, envuelta en incienso y pachulí, parece ser una figura casi espectral, que no se define por la lógica o la razón, sino por su capacidad de llevar al protagonista (y al oyente) a un espacio emocional donde el tiempo se pierde y la identidad se desvanece. “No te molestes en pedir explicaciones”, dice la canción, sugiriendo que en este estado de etereidad, las preguntas no tienen lugar, solo la experiencia pura y visceral.

El final de la canción, con la mañana que llega y la decisión de quedarse, encapsula la paradoja de la etereidad: un lugar donde el deseo de permanecer se enfrenta a la inevitable transitoriedad. Los “tambores de la noche” y el “ritmo del día del recién nacido” simbolizan la continuidad de esta experiencia, una sensación que persiste, aunque el mundo exterior siga su curso, recordando al oyente que, aunque la canción termine, el eco de su etereidad permanece.

Narrativas Etéreas...

Bajo el velo de la memoria, un puente invisible entre lo que fue y lo que es despliega sus sombras y destellos. Es allí donde la neostalgi...