domingo, 18 de agosto de 2024

Ecos del Crepúsculo en la Piel de Andrea…

En la penumbra que precede al anochecer, donde el horizonte se deshace en una paleta de inciertos tonos, busqué la sombra que se dibujaba entre las oscuras hebras de su cabello. Andrea, una inasible silueta, emergió de la penumbra como un secreto que el día había guardado celosamente. Sus cabellos, tan oscuros como la noche que acechaba, se deslizaban entre mis dedos como hilos de un misterio que nunca terminaría de desentrañar.

Sus ojos, dos abismos donde el universo parecía haberse refugiado, me observaron con una intensidad que desbordaba la comprensión. En ellos, el cosmos entero se resumía en un parpadeo, un efímero destello de algo inmensurable. Andrea me invitó a perderme en ese espacio sin fronteras, donde cada mirada era un viaje sin retorno, un descenso hacia lo desconocido, donde el deseo encontraba su hogar.

La risa de Andrea, apenas un murmullo, resonó como el distante eco de las olas que rompían en la orilla de un inexplorado mar. Sus labios, curvados en una sonrisa que mezclaba el juego con la promesa, me hablaron de mareas que nunca cesan, de un placer que se esconde en la constante repetición de lo inalcanzable. Esa risa, llena de vida y misterio, me envolvió como el canto de extraviadas sirenas en la vastedad del océano.

Y su piel, esa cálida superficie con el aroma de la canela, era un mapa de ocultas sensaciones. Cada centímetro de su cuerpo invitaba a la exploración, a descubrir lo que se ocultaba bajo la superficie de su dorada epidermis. Andrea, con su aroma a especias y susurros, era un enigma que el tacto, en vano, intentaba resolver. En ella, el otoño mismo, parecía haberse instalado, con su nostálgica calidez y su promesa de constante renovación.

No obstante, Andrea, no eras solo un cuerpo, ni solo un misterio; eras la encarnación de un deseo que se renovaba con cada encuentro, con cada imaginada caricia. En toda tú, Andrea, la noche, el universo, el mar y la canela se entrelazaban en una perenne danza, un juego de seducción que nunca llegaba a su fin, siempre dejando una promesa sin cumplir, un deseo sin saciar.

Narrativas Etéreas...

Bajo el velo de la memoria, un puente invisible entre lo que fue y lo que es despliega sus sombras y destellos. Es allí donde la neostalgi...