Nos aferrábamos a las letras, perdidos en la profundidad de nuestras miradas y suspiros. Yo, embelesado en el enigma de descifrar cada fragmento de tu ser, mientras la ansiedad de consumirte me desbordaba.
Tus vestidos, acariciados por el halago de los girasoles, descendían suavemente sobre mi rostro, y tus rizos susurraban canciones a mi alma.
A veces, el viento cómplice nos reunía en un abrazo íntimo. Encapsulé tu semblante en mis recuerdos más profundos, soñando con noches teñidas de pasión y misterio…