domingo, 11 de agosto de 2024

El Invisible Límite...

Entre las sombras del papel y el susurro de las palabras, se despliega un umbral. No es el final, ni el principio, sino un difuso borde, un espacio donde el tiempo se disuelve y la realidad se pliega sobre sí misma. El lector, atrapado entre la última línea y el abismo de la página en blanco, se encuentra en un lugar donde los ecos de la historia persisten, aunque el relato haya cesado. 

¿Qué es este espacio, sino el reflejo de un mundo que jamás existió, pero que, de alguna manera, siempre estuvo presente?

En ese momento, cuando el ojo se desliza por la tinta seca, se percibe un murmullo. No es el silencio lo que queda, sino una resonancia, una vibración que habita en el borde de la conciencia, donde lo real y lo imaginario se entrelazan. 

¿Qué ha sido de los personajes que habitaban ese mundo? ¿Dónde residen ahora, sino en las grietas de la memoria, en los intersticios de un pensamiento que se desvanece al intentar capturarlos?

Hay una llave, pero no una puerta. Un fragmento, pero no un todo. El lector se convierte en el guardián de un enigma, de un secreto que no tiene respuesta, porque la respuesta es el propio misterio. Las palabras, una vez despojadas de su contexto, flotan libres, desligadas de su origen, formando constelaciones de significado que solo existen en la mirada que las contempla.

Así, el fin de la historia no es un cierre, sino una apertura a lo indescifrable. Un espacio donde lo que fue se diluye en lo que podría haber sido, y lo que es se transforma en lo que nunca será. 

La narrativa se rompe, se disuelve en fragmentos que caen como hojas al viento, dejando al lector con una sensación de pérdida, sí, pero también con la revelación de que, en ese vacío, hay algo más.

El enigma no se resuelve, porque no hay nada que resolver. Lo críptico no se explica, porque la explicación traicionaría su esencia. El lector, al cerrar el libro, no cierra el ciclo, sino que lo extiende hacia lo desconocido, hacia un horizonte que no se ve, pero que se intuye en cada suspiro, en cada pausa. 

Es el límite invisible, el lugar donde lo dicho se convierte en un eco, y el eco en un susurro que nunca se desvanece del todo.

Narrativas Etéreas...

Bajo el velo de la memoria, un puente invisible entre lo que fue y lo que es despliega sus sombras y destellos. Es allí donde la neostalgi...