Conocida en el espectro musical como Sol Seppy, Sophie Michalitsianos emergió de la enigmática sombra de Sparklehorse, donde su nombre se entrelazó con el del grupo en giras memorables junto a Radiohead. A los 23 años, Seppy ya cruzaba fronteras, pero ahora, desvinculada de esas colaboraciones, se erige en un horizonte propio, donde la melodía y la introspección se entrelazan de forma única.
En el universo de Sol Seppy, el melancólico tono, casi fantasmal, envuelve cada composición como una etérea niebla. Mientras que la música de Sparklehorse se adentraba en territorios a veces inaccesibles y ruidosos, Seppy ha esculpido un espacio más directo y melódico, aunque impregnado de una tristeza serena. Sus canciones, en su variación, ofrecen una experiencia de escucha que es a la vez acogedora y evasiva, como un abrazo que se deshace en el aire.
Cuando Sol Seppy permite que su delicada y evocadora voz se despliegue en toda su plenitud, como en “Slow Fuzz”, el efecto es aterradoramente hermoso. La guitarra, lenta y pesada, teje un acompañamiento constante que subraya la sombría atmósfera de sus vocales. De igual forma, en “Come Running”, la distorsionada combinación de violines y violonchelos establece una base para un electrónico crudo y profundo ritmo, resonando directamente en el núcleo de la experiencia auditiva.
A pesar de la presencia de momentos donde la monotonía puede dominar, el debut de Sol Seppy brilla con una calidad consistentemente alta. La obra de Seppy es un despliegue de una críptica y etérea belleza, que, a pesar de sus ocasionales difusiones, se mantiene como una pieza distintiva y cautivadora en el paisaje musical contemporáneo.
