En la penumbra, donde el deseo se mezcla con la nostalgia, él encuentra un consuelo efímero. Cada beso que compartió, cada caricia perdida en el tiempo, son los ladrillos de un imperio emocional que solo existe en sus sueños más oscuros.
Así, en su soledad, se encuentra abrazado por la ternura que nunca reveló, la tersura de un amor que, aunque incompleto, sigue construyendo invisibles ciudades en su corazón, ciudades donde la pasión y el anhelo permanecen vivos, aunque el viento las haya borrado de la realidad.