Escribir una carta es una danza meticulosa con el tiempo. Uno se sienta, papel en mano, y comienza el acto consciente de comunicar. Cada palabra es elegida, cada frase tejida con la intención de llegar a un otro, de conectar en un espacio tangible y seguro.
Las cartas son silenciosos testigos de nuestros pensamientos organizados, de la estructura que impone el deseo de transmitir algo concreto. El papel se convierte en el escenario de un diálogo en pausa, esperando ser completado por la respuesta del destinatario.
Letras y más letras se tejían, en torno tuyo. (Entre la tinta, Julia…)