Escribirte una carta era dibujar una constelación en un horizonte previamente trazado, un gesto que respondía a un propósito predefinido, un trazo que buscaba un escenario en concreto.
Es la disciplina de lo tangible, el hilo que unía el pensamiento con la intención y la palabra con el receptor. Me sentaba ante un papel, pleno de determinación, y trazaba el viaje con cada línea.
Nunca hubo incertidumbre en tus cartas; había un mensaje esperando ser comunicado, una silenciosa agenda que guiaba cada letra, cada curva de mi caligrafía en pro tuyo.
De Letras, Papel, Acordes, Latidos. Ma Toujours Chère Esther…