¿Quién te reveló el secreto de la contención, la promesa de la abstinencia? Tus dedos ansían el toque que se escapa, el roce deseado que se disuelve en la penumbra. Sola, sola en el lecho que se convierte en un espacio de mudos ecos y perpetuos vacíos. La soledad, como un etéreo manto, envuelve cada rincón de tu ser.
Nocturna, en un hotel que respira el aire denso de lo efímero, la marea de tus pensamientos se arrastra. Si te permitieras deslizarte más allá del horizonte del deseo, si te atrevieras a cruzar esa frontera invisible entre lo que anhelas y lo que es… quizá hallarías un reflejo de ti misma en la corriente de lo inexplorado.
Pero aún queda un “tal vez” suspendido, flotando en la atmósfera de la indecisión.