lunes, 9 de septiembre de 2024

Sombras líquidas bajo el satélite distante

En el umbral de una mañana que se desdibujaba entre pálidas luces, me veía atrapado en un vórtice de callados temblores y deseos que no pertenecen al silencio que la rutina dicta. Allí, en la alargada extensión de una dominical sombra, devoraba el eco de tu piel, como quien intentaba disolver el tiempo con una sed que nunca será saciada. 

No era el cuerpo lo que consumía, sino la eternidad que vibraba entre los latidos, donde la realidad se diluía al ritmo lento de una melodía que se repetía en la lejanía.

“Satellite of Love”, de Lou Reed, giraba incansablemente en el tornamesa, trazando un inquebrantable círculo que encapsulaba la emoción que latía más allá de las paredes de lo conocido. La voz de Lou Reed resonaba como una presencia que flotaba sobre ambos, como una distante estrella que guiaba nuestros gestos, atrapados en una ajena órbita.

En este rincón de lo cotidiano, lo mundano era invadido por lo sublime: un instante de comunión donde el deseo se hacía eterno, donde cada repetición de la aguja en el vinilo era un ciclo que no terminaba, una espiral que se sumergía en las profundidades de nuestro secreto anhelo.

En aquella silente danza, no éramos solo espectadores; sino los guardianes de un secreto que el mundo nunca pudo tocar. En la ritualizada calma de la espera, nuestras corporeidades vibraban al unísono con la repetición del satélite que giraba sobre nuestras cabezas, y en dicha quietud, algo profundo, algo visceral, nos devoraba.

Narrativas Etéreas...

Bajo el velo de la memoria, un puente invisible entre lo que fue y lo que es despliega sus sombras y destellos. Es allí donde la neostalgi...