Caminando en la neblina de su realidad, intentaba desentrañar los hilos que entrelazaban su ser con el tuyo. Cada paso en tu vida parecía ser una extensión de la suya, como si viviera dentro de tu existencia sin encontrar sus propios contornos. Los pensamientos lo arrastraban, lo desarmaban.
Eran reflejos ajenos, ecos que no provenían de lo que guardaba dentro, sino de una extraña danza externa. Retrocedía con cada duda, con cada instante en que el miedo de soltarte lo asfixiaba.
Sentía que renunciar a esa conexión significaba perderlo todo, pero al mismo tiempo, las lágrimas que no lograban escapar lo anclaban en su propia fragilidad, cerrándole los ojos.