martes, 8 de octubre de 2024

Apetencia en Intersticios...

El amanecer reveló una verdad que se escondía en el silencio de la noche: Ella, Ma Belle Sirène, ya no recordaba. El vino tinto había hecho su trabajo, sumergiéndola en una niebla donde el ayer dejó de existir

Yo, buscando algo que pudiera mantenernos anclados en el tiempo, la besé una vez más, pero ese gesto ya no tenía el peso de lo vivido, sino la ligereza de lo que se esfuma con la brisa del nuevo día.

Ella no se despidió, y desde la altura del balcón, la vi desaparecer entre los vibrantes paseos de Ciudad Universitaria, perdiéndose en un interminable flujo de rostros y voces. Cada paso que daba alejaba no solo su cuerpo, sino también las posibilidades de lo que podría haber sido. 

Los besos que no supe reclamar, las palabras que nunca pronuncié, se convirtieron en pequeños destellos de arrepentimiento que brillan solo cuando es demasiado tarde.

Porque lo que se pierde no siempre es lo que se da, sino lo que nunca se tuvo el valor de pedir. El deseo quedó atrapado en los intersticios del tiempo, y el vacío que quedó tras su partida no fue el de su cuerpo ausente, sino el de las palabras que nunca dije. 

Tal vez el verdadero peso del amor radica no en lo que se experimenta, sino en lo que se deja de decir.

Vacuidad...

La vida se escapa sin que siquiera entendamos su carga. Llegamos a ella en nuestra ignorancia , demasiado bisoños para captar su signific...