lunes, 28 de octubre de 2024

Belleza Irrecuperable: Sofia Coppola: “Las Vírgenes Suicidas”

En un suburbio detenido en los años 70, con ordenados jardines e impenetrables rostros, se esconde un malestar que Sofia Coppola comprendió desde el primer vistazo. Las vírgenes suicidas (1999) no es simplemente una historia de adolescentes atrapadas en una realidad que las asfixia; es un canto a lo que se pierde antes de tiempo, una elegía para lo que nunca tuvo la oportunidad de florecer.

La menor de las hermanas, Cecilia, marca el inicio de una cadena de eventos que va más allá del suicidio. Su acto es el catalizador de una ruptura del silencio, un símbolo de una generación que se desintegra bajo la presión de la perfección impuesta

Las voces narrativas, esas que intentan resolver el misterio desde la distancia del recuerdo, no logran capturar la verdad. Únicamente quedan conjeturas, ecos, imágenes borrosas de una tragedia que nunca se explicará del todo.

Coppola, con una sensibilidad que va más allá de lo visual, esculpió esta etérea atmósfera, influenciada por las artes plásticas y el cine de los 70. El peso de la pérdida personal de su hermano se desliza entre las imágenes, dándole a la película una textura que solamente quien ha experimentado el vacío puede percibir. 

Pero no es la muerte lo que define a las Lisbon, sino su decisión de convertirse en leyenda, en figuras que trascienden la vida cotidiana para habitar un espacio entre la memoria y el mito.

Lo que Las vírgenes suicidas logra, bajo la dirección de Coppola, es una reflexión sobre la adolescencia y la nostalgia, sobre ese deseo humano de inmortalizar el instante. En el final, no queda una explicación clara de por qué las hermanas eligieron partir. 

Quizá no hay una razón que pueda abarcar la magnitud de su decisión, pero lo que permanece es una sensación de trágica belleza, una estela de lo que pudo ser y nunca fue. Una puerta abierta a la libertad, aunque sea en la oscuridad.

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