domingo, 6 de octubre de 2024

Fragilidad y Deseo Humano: “Norwegian Wood”

En los gélidos rincones de los Alpes suizos, John Lennon encontró un refugio para tejer sus confesiones en clave, transformando la lejanía en una voz que resonaba en cada fibra de su guitarra. Allí, junto a su esposa y el imperturbable George Martin, la semilla de “Norwegian Wood” germinó

La melodía fluía como el humo de un lejano incienso, envolviendo la fragilidad de una relación que no debía existir. Era el eco de una verdad que solo podía ser susurrada, y la cítara, un puente entre mundos que nunca debieron tocarse.

La guitarra, íntima y sencilla, resonaba como un secreto en la penumbra, mientras las palabras de Lennon se deslizaban como el invisible hilo de una confesión entre líneas. No había nada directo en esta obra; su encanto residía en lo que no se decía, en las sombras que dibujaba el fuego encendido en la “madera noruega”

Paul McCartney, siempre cómplice en lo creativo, recogió esos oscuros fragmentos y añadió un toque de irónica luz al relato, como si el destino de un amante vencido por su propio deseo no pudiera ser otra cosa que la destrucción. En ese simbólico baño, donde la soledad espera, la llama última prendía fuego a todo lo que se había insinuado.

La cítara de George Harrison, una brisa que llegaba de una extraña tierra, añadía una capa de insondable misterio. No era solo un sonido nuevo, era un eco de lo inalcanzable. Harrison aún no dominaba del todo el instrumento, pero fue suficiente para trazar un lazo entre lo terrenal y lo trascendental, como si las notas de la cítara fueran las palabras no pronunciadas de Lennon, un reflejo sonoro de sus fantasmas

De esta forma, en la intimidad de un estudio que se convertía en catedral de reprimidas emociones, “Norwegian Wood” se grabó, en la eternidad, un críptico testimonio de un silente amor.

Narrativas Etéreas...

Bajo el velo de la memoria, un puente invisible entre lo que fue y lo que es despliega sus sombras y destellos. Es allí donde la neostalgi...