La carretera no se despliega en una línea definida; en su espiral naturaleza, nuestras vidas también se enredan en continuos giros. Las trayectorias que seguimos parecen doblarse una y otra vez, tejiendo la incierta trama del azar.
En el cruce de los caminos, en esa secreta geometría de círculos y tangentes, se entrelazan nuestros caminos, figuras que flotan, paralelas, solo para encontrarse en fugaces intersecciones.
Una decisión —quizá tomada en un insignificante momento, sin la conciencia plena de su repercusión— nos saca de esa infinita espiral y nos coloca fuera de sus reglas.
Y así, aunque todavía nos mantengamos en ese juego de indefinidas trayectorias, sabemos que, en algún punto, el azar nos llevará a una salida. Mientras tanto, seguimos girando en este inmaterial espacio, trazando el mosaico de nuestras vidas.