El sueño, en nuestra etérea narrativa, significó un espacio de resistencia, un lugar donde lo tangible y lo etéreo terminaban encontrándose en un delicado equilibrio.
Desde dicho espacio, la poética voz nunca temió a la transitoriedad de las estrellas, pues sabía que su propio anhelo, por frágil que pareciera, poseía una fuerza que desafiaba lo inmutable.
“Dream a Little Dream of Me”, la balada, fue, es, un recordatorio de que pasión y amor no siempre necesitan de la luz del día para florecer; a veces, basta con las sombras de la noche y la promesa de un pequeño sueño compartido.
Desde aquel etéreo refugio, Ma Petite Esther, una cápsula sonora nos enarbolaba a plenitud…