El tratamiento que se prescribe para este estado no es más que una imposición para devolver al sujeto a la maquinaria social, para arrancarlo de ese refugio mental que ha construido entre las grietas del tiempo.
Pero tal vez esa prolongada melancolía no necesite cura, sino una aceptación de que, en el fondo, estamos todos atrapados entre lo que ya no es y lo que nunca será.