En los lejanos ecos de la década de los años 90, emergió de pronto esa figura de personalidad única, susurrándome melodías mientras me dejaba cautivar por su etérea presencia. La conquista de feromonas se deslizó, sin pedir permiso, en una danza de añejas rimas.
En el fugaz encuentro en la penumbra de la escalera, tu esencia adquirió la velocidad de la luz, transformando el mito y suspendiendo lo cotidiano por 45 minutos. Encontrarte es un acto de perseguir lo intangible, un reflejo en el espejo de lo inalcanzable.
Lo que permanece en el imaginario compartido esculpe la transmutación de las eras, y el tiempo se percibe a través de una canción, una película o una voz singular. Concrete Blonde, con su evocación en “Joey”, sin necesidad de explicaciones, se convierte en poesía transgeneracional en este nuevo milenio.
Eres, como en aquellos años 90, la manifestación de un desafiante mundo interno, unificando todo en la sorpresa de la poesía conquistada por el rock.
