domingo, 4 de agosto de 2024

Gene Clark: oda a una extraviada melancolía

Gene Clark, ese errante espectro que nunca halló su lugar bajo los reflectores, se deslizó como un fantasma a través del firmamento musical, nunca reclamando el cetro de líder. Igual que su camarada Brian Jones, cuyas vidas se tejieron en un tapiz de sombras y vicios, Clark navegó un oscuro río de enfermedades y fragilidades. 

La historia oficial lo ha consignado como un simple acompañante en la saga de The Byrds, una figura que orbitó en los márgenes de la luz que emanaban McGuinn y Crosby. Un destino similar al de Jones, siempre eclipsado por la presencia titánica de Jagger y Richards.

Sin embargo, en los susurros del pasado resuena su verdadero ser, un trovador amamantado por las raíces del country y el folk, cuyas primeras notas vibraron con The New Christy Minstrels. En 1963, impulsado por un deseo insondable de capturar la esencia efímera del pop beatleano, dejó atrás las tierras planas de Kansas City, dirigiéndose hacia el crepúsculo dorado de Los Ángeles. 

Allí, en un encuentro que parecía escrito con antelación, se unió a Jim McGuinn—quien se transformaría en Roger—un alquimista de cristalinos sonidos y etéreas armonías. Juntos, con el soñador David Crosby y los menospreciados Michael Clarke y Chris Hillman, plantaron la semilla de lo que sería The Byrds.

Pero la fragilidad de Clark, su profundo miedo a los cielos y su relegación a la sombra de McGuinn y Crosby, lo llevaron a volar en plan solista tras solo un par álbumes que aún resplandecen como fugaces estrellas: Mr. Tambourine Man y Turn! Turn! Turn!. Su viaje en carácter de solista fue como un cometa, brillante pero breve, truncado por un aneurisma de aorta en 1991.

A pesar de los invisibles hilos que tejieron su historia, la figura de Clark resuena en los olvidados rincones de la música norteamericana, una entidad que destila la esencia de amplios cielos e infinitos horizontes. En él, hay algo de ozono y viento, de una grandeza que se niega a ser confinada

Su legado, como un susurro en un sueño, persiste en los corazones de quienes buscan la verdad, en las notas perdidas, una oda a una extraviada melancolía, una sinfonía que, aunque callada, nunca se apaga.

Narrativas Etéreas...

Bajo el velo de la memoria, un puente invisible entre lo que fue y lo que es despliega sus sombras y destellos. Es allí donde la neostalgi...