Quisiera compartir contigo lo que mis ojos capturan en estos solitarios caminos, contarte sobre esos vacíos edificios que emergen inesperadamente como espectros en medio de la carretera, antiguos refugios que ahora se alzan como aisladas fortalezas, sus accesos dinamitados por el tiempo.
Quisiera narrarte lo que percibo, pero me encuentro atrapado en la imposibilidad de encontrar un dolor que se someta a ser contado. Entonces, me pregunto: ¿tiene sentido embarcarse en este extenso viaje, desde un extremo al otro del silencio, solo para descubrir que las palabras no bastan?
Aquí, en el Campus Universitario, rodeado de voces que se cruzan sin tocarse, también es imposible guardar silencio por completo. En medio de la profunda oscuridad que me envuelve, te encontraré, Laura, como si tuviera la oportunidad de compartir el vacío sin palabras, con la promesa de un impacto invisible, un leve estremecimiento como el de las luciérnagas que, al contraer el vidrio de la biblioteca en la penumbra, se disuelven en una pequeña nube de polvo y luz.
