martes, 20 de agosto de 2024

Un Otoño de Piel y Deseo...

En los otoñales días noventeros, cuando la brisa acariciaba suavemente las hojas que caían, la Bella Blonda se adentraba en el territorio del deseo, ese espacio tan íntimo y efímero que solo se revelaba al amante. 

En su búsqueda, descubría que el murmullo del placer no nace de las palabras, sino de un lugar anterior al lenguaje, donde los cuerpos se encuentran en su forma más pura, antes de ser tocados por la racionalidad. Este susurro, extraído del cuerpo del ser amado, era como un eco de una estación que nunca se ha vivido del todo, una pre-estación en la que el deseo, silenciosamente, se gestaba.

El placer, ese súbito estremecimiento que sacudía el cuerpo, era el fruto del deseo compartido, una chispa que nacía del anhelo del otro. Por eso mismo, la desnudez no se exhibía, sino que se desvelaba, capa por capa, hasta que se alcanzaba ese secreto rincón de la piel, ese centímetro cuadrado de dulzura pura, donde el placer residía oculto

Ese espacio era como una extraviada lengua de arena en un desconocido mar, una porción de piel que se escapaba a la vista, pero que era la esencia misma del deseo.

La Bella Blonda sabía que ese placer era tan breve como la persistente melancolía del otoño. En ese instante, donde el tiempo parecía detenerse, la piel se convertía en un mapa de sensaciones, cada caricia, un paso hacia esa entidad sin imagen, una divinidad que se revelaba en la sutileza del contacto, en lo que no se veía, pero se sentía profundamente. El otoño se convertía, así, Bella Blonda, en el telón de fondo de todos aquellos, nuestros encuentros…

Narrativas Etéreas...

Bajo el velo de la memoria, un puente invisible entre lo que fue y lo que es despliega sus sombras y destellos. Es allí donde la neostalgi...