domingo, 18 de agosto de 2024

Los Espacios Intersticiales del Lector…

Hay instantes en que el cierre de un libro parece desvelar la fragilidad de nuestra existencia, como si al deslizar la última página, nos viéramos expulsados de un mundo tejido por hilos de tinta, arrojados de vuelta a la dureza de nuestra carne. De repente, el cuerpo se convierte en un mapa de dolores olvidados; una espalda entumecida, un pie torcido en la penumbra de un asiento que ya no recuerda la comodidad. 

El mundo real, aquel del que nos fugamos en las palabras, nos recibe con su fría indiferencia: el tren ha pasado sin nosotros, una llamada importante se ha perdido en el abismo de lo olvidado. Así es la vida de quienes habitamos entre páginas y versos.

Nos detenemos, desorientados, y tratamos de reencontrar el pulso de nuestra realidad. En mi caso, al concluir el viaje que David Toscana me ofreció, fue como si sus palabras se convirtieran en manos invisibles, y, tomándome por los pies, me estrellaran contra el suelo de mi habitación. A veces, camino por los espacios abiertos de mi hogar, buscando consuelo en el eco de mis propios pasos, una manera de recordar que estoy aquí, no allí. 

Si Dylansh está cerca, le comparto mi reciente destierro; si él también ha viajado por las mismas páginas, intercambiamos las heridas y hallazgos que la lectura nos dejó. Pero una pregunta se cierne sobre mí, irrumpe como un grito sofocado: y ahora, ¿cuál será mi próximo refugio de papel?

El proceso de cerrar un libro, de dar por finalizado un viaje literario, es un íntimo acto de confrontación. Nos obligamos a mirar hacia dentro, a pesar de la nostalgia que queda suspendida en el aire. Revisamos el tiempo, los placeres y los desencantos, intentando desentrañar el significado escondido entre líneas. A veces, me sorprendo releyendo la contraportada, intentando desentrañar los secretos que quizá el autor guardó allí, buscando una complicidad que me reconforte. 

Y es en este acto, en la posterior interpretación, donde la verdadera alquimia de la lectura se revela: no es el final lo que importa, sino el intercambio que sigue, el encuentro con otro que también haya sentido ese vértigo.

Narrativas Etéreas...

Bajo el velo de la memoria, un puente invisible entre lo que fue y lo que es despliega sus sombras y destellos. Es allí donde la neostalgi...