martes, 6 de agosto de 2024

Muy al borde...

Una mujer se deslizaba en mi hogar como un eco sin forma, siempre sin previo aviso. Aparecía a cualquier hora, rompiendo la línea entre día y noche, como un espectro atravesando lo real. Al verla, cerraba puertas y ventanas, creando una intangible barrera. Los relojes, como si fueran cómplices de nuestro silencio, cesaban su tic-tac; cómplice mudo, el tiempo, se desvanecía en la bruma.

Dentro de ese refugio sellado, la luz y la oscuridad se fusionaban en un interminable crepúsculo. No sabíamos si afuera la vida continuaba o si el mundo aguardaba, detenido, nuestro regreso. La realidad se desmoronaba y, en su lugar, emergía una tierra desconocida donde nuestras identidades flotaban, sin raíces, como sombras en un espejo.

Nos mirábamos, buscando algo perdido hace tiempo. En ese encuentro, éramos enemigos en una silenciosa batalla, o parientes unidos por un indescifrable vínculo. A veces, la proximidad se transformaba en distancia, y nos convertíamos en desconocidos, navegando en un mar de misterios.

Cada visita era un enigma, un acertijo cuyas piezas cambiaban con cada aliento. No había certezas, solo la fluidez de un instante suspendido, donde lo que éramos y lo que podíamos ser se entrelazaban en una danza de sombras. Así, en esa fragmentada eternidad, nos perdíamos y nos hallábamos, una y otra vez, en el laberinto que nosotros mismos habíamos tejido, siempre al borde de lo indecible. Muy al borde, Blonda mía…

Narrativas Etéreas...

Bajo el velo de la memoria, un puente invisible entre lo que fue y lo que es despliega sus sombras y destellos. Es allí donde la neostalgi...