En la quietud del presente, lo que hemos negado en los rincones más oscuros se agita como un susurro persistente. El hilo que une el instante es apenas visible, sostenido por una mirada que se aferra a lo inmediato.
Sabíamos que, algún día, nuestra forma de existir en este mundo habría de desvanecerse, como el rastro de una nube al viento.
Te he visto desabotonándote la blusa, buscando en el reflejo del vidrio un atisbo de lo que seremos, con la urgencia de atrapar un futuro que siempre parece escapar de nuestras manos.
Sin embargo, las nubes, a punto de derramarse, seguirían su curso, y las aves, en su vuelo, trazarían caminos solitarios, mientras cada partícula en el aire seguiría su trayecto único, indiferente a nuestro deseo de control.
Con atmósferas académicamente auriazules, Irene… (FCP y S)