Habíamos caminado por los más comunes de los senderos, aquellos donde lo trivial se confundía con lo esencial. En el susurro de una brisa, en la ligera danza de un mechón de cabello, habíamos hallado la esencia de un amor que había sido, en su desnudez, casi imperceptible.
El olor de tu piel, lo que habías dicho sin pensar, conmigo o contra mí, habían sido suficientes para colmar ese deseo que, aunque había parecido pequeño, en el fondo había abarcado todo.
Habíamos querido ver más allá de nosotros mismos, habíamos deseado un amor que no se rendía ante el mañana, que había sido capaz de desafiar las normas impuestas por una ajena realidad. Habíamos creado juntos un placer que había sido símbolo de una libertad que ya habíamos comenzado a conquistar.
En nuestra conexión, habíamos querido más, habíamos deseado que nuestras miradas se proyectaran más allá del ahora, que la pasión que habíamos compartido se hubiera erigido como un grito de libertad.
Juntos, habíamos inventado un placer que había sido más que un fugaz momento; había sido un acto de rebelión contra un mundo que había intentado limitarnos.
Pero alguna parte de mi corazón permanece intacta, Blonda Laura…
