jueves, 19 de septiembre de 2024

El Etéreo Universo de Cocteau Twins...

Transcurría el año de 1983 y los Cocteau Twins se encontraban a las puertas de un abismo sonoro, un espacio suspendido entre lo tangible y lo onírico. La salida de Will Heggie, su bajista original, no fue más que un eco en el vasto paisaje de posibilidades que los envolvía. Dos álbumes habían sido suficientes para situarlos en esa deseada periferia que, en un susurro casi ritual. 

Sin embargo, los Cocteau aún no habían entregado su joya más preciada.

En ese limbo, la llegada de Simon Raymonde sería el necesario catalizador. Un tercero que se sumaría para transformar la triada en algo mucho más que una simple agrupación alternativa. Con Treasure, esa tercera ofrenda, dejaron atrás la atmósfera meramente terrenal para convertirse en alquimistas de un esplendor que solo puede definirse como una suerte de barroquismo victoriano flotante

Un universo de impenetrables sonidos, donde la voz de Elizabeth Fraser se erguía, inalcanzable y etérea, como un faro en la neblina.

Pocos grupos lograron emular ese cosmos particular que los Cocteau Twins crearon; una sonora, aislada y suspendida burbuja entre lo celestial y lo oscuro. La voz de Fraser, a menudo descrita como “sobrenatural”, es más bien un canto que no busca ser descifrado. No son palabras lo que importa, sino vibraciones. 

Con cada reverberación, la producción de Robin Guthrie y Raymonde envolvía esas ondas en infinitos ecos, una suerte de “Spectorismo” en el que el sonido rebota hasta desintegrarse en la eternidad. Con Treasure, ese muro de sonido encontró su perfección: lo que en otros trabajos podría haberse sentido desordenado, aquí resonaba como un diáfano sueño.

Las letras, a menudo ininteligibles, no eran más que esparcidas claves en el viento. ¿Importaba lo que Fraser realmente decía? No. Porque esas sílabas flotaban, no para ser comprendidas, sino para ser sentidas. Como el eco de una extraviada infancia, una melodía que se repite al borde del emocional abismo, cargada de nostalgia y vértigo. 

Una tristeza que no requiere de significado, solo de presencia.

En este álbum, los Cocteau Twins lograron el perfecto equilibrio entre lo humano y lo celestial. Treasure no fue simplemente un disco; fue un portal a un espacio donde el sonido era su propio lenguaje, una catedral de interminables ecos y murmuraciones que solo pueden escucharse cuando uno está dispuesto a perderse en el vacío.

Narrativas Etéreas...

Bajo el velo de la memoria, un puente invisible entre lo que fue y lo que es despliega sus sombras y destellos. Es allí donde la neostalgi...