jueves, 19 de septiembre de 2024

Susurros en el Blanco Horizonte: Explorando “Victorialand” │Cocteau Twins

Aunque se les atribuye el sello de dream pop, al sumergirse en la música de Cocteau Twins, uno no puede evitar sentir algo más vívido, un despertar entre velos de niebla. Victorialand (1986), el cuarto acto en la odisea sonora del grupo, parece como si la misma Tierra lo hubiera susurrado, evocando imágenes de helados y eternos paisajes. Este álbum flota, como la banda sonora de una suspendida tundra entre los confines del silencio y el viento.

El álbum, enraizado en un imaginario ártico, deriva su esencia del propio Victoria Land, una remota región en la Antártida, mientras que los títulos de sus canciones brotan del eco lejano de las páginas de The Living Planet, de David Attenborough. Uno podría suponer que el grupo concibió este viaje sonoro con la misma cautela con la que el hielo forma esculturas en la soledad polar, o quizás, fue el propio álbum quien habló por ellos.

El sonido se desdibuja entre las atmósferas creadas en Treasure (1984), pero esta vez se adentra en lo etéreo de lo ambiental. Sin Simon Raymonde, Elizabeth Fraser y Robin Guthrie optaron por un paisaje sonoro casi desnudo de percusión. La apertura, “Lazy Calm”, como una neblina que flota, nos invita a un espacio donde las guitarras se extienden como helados susurros, creando un mundo en el que los ecos giran en espiral, coloreando con gélidos matices en cada rincón. 

Las voces de Fraser son etéreas, casi palpables, como aves en un invernal horizonte, infundiendo vida a una desolada tundra, su ondulante canto añadiendo calidez donde el frío parecía absoluto.

A través del álbum, este náutico y cristalino viaje, guiado por la voz de Fraser, mantiene su exquisita fragilidad. Algunas melodías brillan como la luz que rebota en el hielo, mientras otras se sienten como gélidos vientos envolviendo al oyente. En “Throughout the Dark Months of April and May”, la melancolía de la guitarra acústica se mezcla con las ligeras voces, casi operísticas, creando un sombrío pero conmovedor paisaje

La ventisca se derrite suavemente en “Oomingmak”, una de las piezas más breves, pero más satisfactorias, mientras que “Feet-Like Fins” sorprende con un sutil, pero poderoso ritmo percusivo que emerge del vasto silencio, como un iceberg rompiendo las aguas.

Victorialand es breve, pero no necesita más tiempo para desplegar su aura única. Cada pieza pinta con una paleta de fríos tonos, sutiles trazos que evocan un congelado paisaje en el tiempo. Es una joya (más) en la discografía de Cocteau Twins, un álbum que, con su brevedad, evita perderse en la monotonía, manteniendo siempre una variedad que invita a volver. 

Es una producción musical digna de ser escuchada junto al calor de una chimenea, mientras el hielo afuera sigue su silenciosa danza.

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