El tiempo se desvanecía, y en la penumbra, mientras te observaba, se preguntaba si seguirías luchando o si, al igual que él, abandonarías la silente batalla. ¿Quién te dejaría caer primero?
La confusión reinaba en el silencio de la habitación, pero sabía que debía enfrentarse a todas las señales, a cada enigma que lo invitaba a soltarte.
Pero al final, en ese reflejo tuyo, seguías siendo real, seguías siendo tan palpable como inalcanzable.