domingo, 6 de octubre de 2024

Fragmentos de una Sirena entre Risas y Bruma…

Existen encuentros que no se miden en palabras, sino en el eco de lo que dejan al desvanecerse. En medio de la niebla de lo efímero, surge Ma Belle Sirène, una figura etérea que flota entre la realidad y el ensueño, arrastrando consigo la promesa de una conexión que se desvanece antes de ser capturada

Hubo una vez una sirena, o tal vez un espejismo, que me envolvió en sus redes de silencios y esquivas miradas. Ma Belle Sirène, como las olas que se retiran antes de tocarlas, me invitó a su santuario, donde la madera noruega se alzaba con una hipnótica frialdad, hermosa pero distante, como Ella misma. Su habitación, su guarida, me envolvía con esa promesa de intimidad que siempre quedaba fuera de mi alcance.

Me dijo que me quedara, y lo hice. Pero en su invitación no había silla, no había un lugar para mí que no fuera la alfombra. Mientras bebíamos el vino que se deslizaba entre sus palabras, me dejé caer en ese extraño suelo, observándola como quien observa un pájaro listo para emprender vuelo. Hablamos hasta que el reloj marcó las dos, y entonces, en un susurro, Ma Belle Sirène invocó la pasión: “Es hora de dormir”.

Reía, como si la mañana le perteneciera, como si el tiempo fuera tan solo una ilusión para ella. La vi desvanecerse, deslizándose al baño, donde su risa se apagó con el sonido del agua. Cuando desperté, la sirena había vuelto al mar. La habitación vacía era un reflejo de ello, de su partida, y el eco de su presencia se desintegraba en el aire, como el humo de un fuego que apenas pude encender. La madera noruega, tan hermosa y ajena, era lo único que permanecía, fría y silenciosa, como el final de un sueño. 

Eco noventero, silentemente, desprendido desde la bruma de una etérea habitación, Ma Chère Gina…

Narrativas Etéreas...

Bajo el velo de la memoria, un puente invisible entre lo que fue y lo que es despliega sus sombras y destellos. Es allí donde la neostalgi...