jueves, 3 de octubre de 2024

Emociones: Efímeros Destellos...

En la penumbra de lo inasible, lo que se desdibuja en la bruma del tiempo se extingue. La memoria, hilo sutil que teje la trama de nuestras vidas, sostiene la fragilidad de lo vivido. Sin el eco de lo recordado, las experiencias se convierten en sombras, desvaneciéndose como la luz del crepúsculo que cede ante la noche.

Las emociones, esos efímeros destellos que iluminan nuestra existencia, se disipan en el silencio del olvido. ¿Qué somos, si no las historias que llevamos en nuestro ser? La vida se desliza como agua entre los dedos, y sin el arte de recordar, nos convertimos en quebrados espejos, incapaces de reflejar lo que una vez fue.

En el rincón del alma, el tiempo se presenta como un melancólico susurro. Aquello que no se aferra a nuestra memoria pierde su esencia, convirtiéndose en un distante eco. Las relaciones, las risas compartidas, las lágrimas derramadas, se vuelven irreales, relegadas a un vacío que amenaza con devorar todo rastro de significado. El olvido, un ladrón silencioso, consume lo que una vez fue vital, dejando tras de sí un desolado paisaje.

En esta danza, entre lo recordado y lo perdido, descubrimos la intersección de nuestras vidas. Cada memoria es un hilo que conecta nuestro ser, un puente hacia el pasado que permite que nuestras historias perduren. Así, la memoria se erige como un bastión ante el desgaste del tiempo, una salvaguarda contra la desolación.

Pero, ¿cuánto tiempo podemos resistir antes de que el inevitable olvido nos reclame? La fragilidad de la memoria nos invita a valorar cada instante, a abrazar lo efímero, a vivir en la plenitud del ahora. Porque, en última instancia, lo que se recuerda nos da vida; lo que se olvida, se deshace en el aire, dejando solo el eco de lo que pudo ser.

Narrativas Etéreas...

Bajo el velo de la memoria, un puente invisible entre lo que fue y lo que es despliega sus sombras y destellos. Es allí donde la neostalgi...