Ayer, estas palabras jamás habrían salido de mis labios, porque cuando estamos lejos y trato de evocarte, todo pensamiento sobre ti se consume en un incontrolable fuego. Pero cuando finalmente apareces, eres más de lo que mi memoria podía sostener, y lo que anhelo de ti supera cualquier fugaz instante. Ya no puedo conformarme con apenas una hora o dos aquí y allá, separadas por interminables desiertos de ausencia.
Ahora, mientras me siento a tu lado, como en este preciso momento, hay una visión más allá de lo que ven mis ojos, una tranquila certeza de que esa imagen en mi mente, un reflejo de lo que podría ser, terminará por tomar forma.
Es en esta cercanía donde se disipa la desesperación de la distancia. Contigo aquí, a mi lado, siento que puedo esperar sin prisa, con la confianza de que lo que hoy es solo una esperanza, mañana se convertirá en nuestra realidad.
La llama que antes me consumía en la separación ahora se ha convertido en una suave luz que guía mis pensamientos, permitiéndome creer que el tiempo y la sed dejarán de ser barreras, y lo que compartimos no tendrá que desvanecerse entre los vacíos que nos han perseguido.