lunes, 11 de noviembre de 2024

Esperas Invisibles │Encuentros Tácitos

Siempre había estado yéndome, una fuga perpetua que disfrazaba de oportunidades y cambios. Creía que al distanciarme podría salvar lo que nunca se dijo, lo que entre nosotros nunca terminó de gestarse. Así que me entregué a otros caminos, probé otros nombres y lugares, buscando algo que me diera la ilusión de haber empezado de nuevo. 

Fallé, por supuesto. Porque no se puede clausurar un ciclo que jamás inició. Me alejé durante meses, pero al regresar todo seguía intacto, como si mi ausencia no hubiera tenido ningún efecto en ti, en nosotros.

Seguíamos siendo los mismos, entre cafés y risas que no preguntaban por el pasado. Los mismos bares, la misma facultad, los mismos silencios compartidos. Tú contabas tus viajes y yo mis días en Cuernavaca. Todo parecía un bucle sin final, una espera tácita, cargada de algo que no se atrevía a nombrarse.

En medio de esos ciclos, me di cuenta de que la esperanza de coincidir no se apagaba. Sabía que tarde o temprano nos veríamos de nuevo, en el lugar que fuera. Esperaba encontrarte sin avisar, como si el azar tuviera el control y no yo. Tal vez en el metro, o en el Espacio Escultórico, tal vez entre los libros viejos de la Hemeroteca Nacional. 

Y aunque nunca lo dijimos, esa coincidencia era lo que realmente anhelaba, un encuentro que le diera sentido a toda esta espera suspendida entre nosotros.

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