jueves, 7 de noviembre de 2024

Reflexiones de una Soledad Prescrita… (B)

Llorar habría sido una reacción esperada, una súplica al sentido. Pero no había lugar para ello. Llorar implica tener una razón, real o forjada en la mente, y en aquel momento lo único que poseía forma tangible era la presencia de esa estructura inerte que, bajo el peso de las sombras, adquiría extremidades invisibles, casi humanas. 

El perro a mis pies seguía en su letargo, como ajeno al hecho de que estábamos rodeados por una nada creciente.

Nos habíamos quedado solos, pronuncié sin saber si a la casa, al perro o a mí mismo, como quien habla al abismo esperando que este devuelva algún eco, algún fragmento de significado. 

Pero lo que quedó fue el silencio, inmenso y devorador, como la distancia entre el ser y el mundo que alguna vez habitó.

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