Ese cósmico azar que Druyan menciona no es un detalle menor. En el contexto de la inmensidad del espacio y del tiempo, el hecho de haberse encontrado resuena como una nota vibrante en medio del silencio universal.
Como dos partículas que colisionan en la vastedad, se vieron, se reconocieron, y ese instante lo fue todo. El tiempo compartido no necesitaba de promesas eternas porque cada segundo, cada mirada, contenía ya la totalidad de lo que podían ofrecerse.