martes, 1 de octubre de 2024

Entre Janis y Cohen, un Efímero Amor…

En el umbral entre la nostalgia y la niebla de la memoria, el Chelsea Hotel es un susurro en las arterias del tiempo, un altar secreto donde las errantes almas dejaban sus efímeras huellas en empapadas habitaciones de arte y tragedia. Allí, las paredes de ladrillo no solo vieron el final de poetas como Dylan Thomas, sino que también fueron testigos de silencios aún más turbios, como la despedida de Nancy Spungen

Fue en este templo de historias no contadas que Bob Dylan encontró acordes invisibles, y figuras etéreas como Jimi Hendrix o Arthur Miller caminaron como sombras entre sus corredores.

Pero de todas las historias, hay una que resuena con el eco de una noche que se desvaneció con la aurora. Leonard Cohen, con su mirada de alquimista, cruzó caminos con Janis Joplin en un elevador donde los destinos titilaban como estrellas apagadas. Ella buscaba a Kris Kristofferson, el hombre detrás de su inmortal “Me and Bobby McGee”

Pero lo que encontró fue a Cohen, quien, envuelto en la ironía del momento, se presentó como Kristofferson, desatando una chispa de humor y deseo en un espacio que parecía suspendido entre lo real y lo onírico. Fue solo una noche, pero esa cama del Chelsea se transformó en el santuario de una canción que Cohen escribiría con el peso de las horas que nunca vuelven.

La canción, “Chelsea Hotel”, no es solo un himno a la belleza rota de una generación, sino un lamento al amor que no pudo ser, a los cuerpos que se tocaron solo para desvanecerse en la oscuridad de la historia.  

“Éramos feos, pero teníamos la música”, canta Cohen, dejando en cada palabra una cicatriz de cruda belleza, una confesión sin adornos de aquellos días en que el arte se convertía en el último refugio de los extraviados corazones.

Vacuidad...

La vida se escapa sin que siquiera entendamos su carga. Llegamos a ella en nuestra ignorancia , demasiado bisoños para captar su signific...